El circuito amurallado de Coca ( I )

Importante yacimiento prerromano y romano, no es mucho lo que sabemos de la Edad Media en Coca (Segovia), más por falta de investigaciones que por carencia de documentación. Con este trabajo pretendemos abrir el campo de estos estudios, aunque ya en 1986 abordamos el tema de la numismática medieval caucense (Blanco García, J. F. 1986b).
El perfil físico característico de la ciudad medieval, a primera vista, es el que le dan sus murallas, mejor o peor conservadas. Por sí solas nos hacen identificar como de tal época al conjunto urbano que encierran, aunque bien es cierto que la mayor parte de estos habitats en toda Europa surgen en épocas más antiguas (Bazzana, A. 1983: 168) por sus buenas cualidades estratégicas. Estas son las que, desde comienzos de la Segunda Edad del Hierro, han marcado la historia del poblamiento en Coca (Blanco García, J. F., 1986a) y el crecimiento urbano de la villa.
Las medievales no han sido las únicas murallas con las que ha contado Coca, pues ya tuvo, al menos desde el siglo III a.C. y hasta no sabemos qué fecha, una muralla celtibérica (Appiano Iber. 51). De su ubicación exacta y sus características nada se sabe. Como tampoco sabemos si la ciudad romana poseyó murallas o no. En cualquier caso, de las que ahora nos ocupamos interesa centrarnos en dos puntos concretos: el trazado exacto del circuito allí donde está documentado, y establecer las características fundamentales (topografía, técnicas constructivas, cronología, etc.). Para la consecución de estos dos objetivos, nuestra metodología ha pasado por dos fases. Una primera de investigación arqueológica en todos aquellos lugares en los que quedaban restos de la muralla, ya fueran in situ o desplazados hacia los cauces de los ríos Voltoya y Eresma. Y una segunda fase de recopilación de datos de la documentación de los archivos Municipal y Parroquial. La aplicación del método arqueológico a los restos hoy visibles ha dado buenos resultados en lo que a características constructivas, fases y capacidad defensiva se refiere. No obstante, no pudo resolver algunos problemas importantes.

Para ratificar los datos arqueológicos, muchas veces; suministrar nuevos datos, otras; y completar, siempre, nuestros conocimientos del tema, los archivos locales han puesto en claro, a veces rotundamente, muchos puntos problemáticos. La fecunda revisión sistemática que de ellos se ha hecho, ha permitido eliminar dudas importantes, aunque otras subsisten. De los dos archivos, el que más nos ha aportado es el municipal, lógicamente, pues en él existen los catastros de las propiedades urbanas, los documentos de compraventa de solares y parcelas en el caso urbano o extramuros y los acuerdos del común para reparaciones y derribos de lienzos de la cerca. Además, en él se conservan las Ordenanzas de la Villa, de 1583, que, como toda ley municipal, protege la muralla como bien que es de uso público (Corral García, E. 1988).
Las relaciones de las propiedades urbanas de las parroquias de Coca, las ventas y compras, y las donaciones de particulares, todas ellas describen las fincas con las que lindan y son datos valiosos que suministran, en este caso, los fondos del Archivo Parroquial. Sin embargo, para el tema que nos ocupa, posee menos documentación que el Municipal, aunque cubre una cronología más dilatada.
Otras fuentes de información han sido tanto los documentos conservados en archivos de otros puntos de España y reediciones de textos medievales y modernos como una serie de fotografías antiguas, pues gran parte del deterioro de la muralla se ha producido en la primera mitad de este siglo.
Las condiciones topográficas de Coca no dejan lugar a dudas en lo que al trazado general del circuito se refiere. Esto, que desde el principio salta a la vista, fue necesario documentarlo con datos objetivos, huyendo de la mera apreciación visual. Sin embargo, aunque las dudas han quedado reducidas a un mínimo, aún hay algunos sectores en los que es difícil asegurar la ubicación exacta, por el silencio de los archivos y la falta de restos materiales, pero no por ello dejamos de pensar que un día las murallas llegaron a circundar por completo la villa.
Para hacer más inteligibles las líneas que siguen, y en el sentido de las agujas del reloj, hemos independizado varios sectores (véase plano):




- Sector sureste (A)
, desde la ladera del río Eresma hasta el castillo, en cuyo punto central se encuentra la Puerta de la Villa. Es el mejor conservado hasta hoy.
- Sector suroeste (B), desde el castillo hasta el Camino del Molino Viejo, que baja hacia el río Voltoya.
- Sector oeste (C), que atraviesa Los Azafranales y del que apenas sabemos nada.
- Sector noroeste (D), paralelo a las cumbres del Eresma y finaliza en la Torre de San Nicolás.
- Sector noreste (E), a lo largo de la calle de Ronda hasta el punto más septentrional del circuito.
- Sector este (F), que corre bordeando la ladera izquierda del Eresma, entre el Pilón y la Alameda, punto de partida.



Evidentemente, no es ni mucho menos equilibrada la información que tenemos de los distintos sectores, pues mientras en algunos no hay cabida para duda alguna, en otros los problemas son, por ahora, indisolubles. En nuestra ayuda viene un documento fechado en 1817, relativo a un pleito por mala utilización de pastos en el que Andrés Colorado, Procurador General de los pueblos del partido de Coca, describe el trazado de las murallas:
«... practicándose asimismo dha diligencia de reconocimiento y vista ocular desde el extremo acia la parte de poniente del pequeño resto de cordón de murallas de esta V- con el que confina la panera del Excmo. Sr. Duque de Herbik y tierras de S.E. girando el reconocimto. hasta el Castillo y desde este por toda la orilla de la cumbre de la ladera que cae hacia la huerta titulada del Cañuela y cauce abandonado del molino Viejo, propio del Mayorazgo de Moneada, siguiendo en circunferencia a toda la citada cumbre, por donde se observan los vestigios de toda la muralla antigua, hasta dar vuelta por la de la ladera del río Eresma, quedando en su centro todo el gran terrazgo labrantío titulado los Azafranales, el pavimto. de la parroquia arruinada de Sn. Nicolás, el de la de Sn. Adrián y siguiendo la vuelta hasta tocar con el extremo del lado opuesto de dicho cordón de muralla mirando al norte y quedando dentro del mismo centro el sitio qe. ocupava el matadero de esta Va y el qe. tiene la Nueva fábrica de Cristales y sus posesiones...» (AMC, Leg. 33/13: 55 vuelta).
Esta es la única descripción que conocemos del trazado de las murallas tratado en conjunto, pero de gran importancia para el sector noroeste. Para cada uno de los sectores concretos poseemos información más completa.

El sector sureste (A) es el que menos problemas plantea, tanto por existir en él la mayor longitud de lienzos conservados como por ser abundante la información documental. Esto se explica por el hecho de que al proteger este sector la parte más vulnerable del solar caucense, la parte llana, el grosor de los lienzos es muy superior al de las demás zonas conservadas hasta hoy. En segundo lugar, por el hecho de que esta fuera la zona más amenazada continuamente se llevaron a cabo labores de reparación y refuerzo de esos lienzos. De ellas han quedado huellas documentales (AMC, Leg. 31/13: 5 y ss.). Sector casi rectilíneo, une el valle del Eresma (Alameda) con el del Voltoya (Castillo), a lo largo de 850 metros. En la zona de la Alameda, hasta hace pocos años, eran visibles algunos trozos de lienzos deslizados hacia el lavadero público del mismo nombre. Además, son varios los documentos que mencionan las murallas en este punto. Así, en el Registro para el establecimiento de la Única Contribución, fechado el 26 de septiembre de 1759 (AMC), en p. 20 (Casa nQ 53) se dice: «Una (casa) que sin'e de matadero: tiene de frontis cinco bar as, y de fondo ocho: confronta por el Nortte con el Camino que ba de Sn. Adn. (San Adrián) a la Alameda, y por el sur con la muralla...» (En el mismo Registro, véase p. 17. También hay referencias de esto en AMC: Leg. 20/8: 3; Leg. 20/12: 12 vuelta; y en APC: Leg. 15/44: 1 vuelta). Este subsector de la Alameda contaba con la protección adicional que le daba un suave talud más profundo cuanto más se acerca al Eresma. Lo difícil es establecer si éste es natural o artificial.

Siguiendo hacia el suroeste, nos encontramos con los 119, 5 m. de murallas mejor conservados, a ambos lados de la Puerta de la Villa. De 2,5 m. de grosor medio sus lienzos, conserva tres torres almenadas, restos de una cuarta, el acceso escalonado interior y la puerta principal del recinto. En sus proximidades, sin que sepamos exactamente dónde, en 1866 se derrumbaron 40 metros lineales, que los contemporáneos calibraron en unos 700 m3. En la actualidad, adosadas a la fachada exterior de estos lienzos hay cuatro casas.
Son 212 m. los que separan este tramo del siguiente testigo, aún en pie, que se incrusta en el castillo por su costado este. De esos dos centenares largos de metros no conservados, en 1877 aún se erguía en un punto intermedio un trozo de lienzo, pues en ese año, ante la falta de piedra en Coca, fue necesario el «...derribo del trozo de muralla que hay aislada entre el castillo y murallas del Juego de Pelota...» (AMC, Leg. 70/13: 1).






El fragmento incrustado en el castillo posee una longitud de 30, 5 m., hoy visibles, aunque se prolonga por la pared interna del castillo como puede verse en fotografías anteriores a su restauración, en 1958 (fotografía de la izquierda). Una torre poligonal de sillares divide en dos este subsector anexo al castillo. Esa torre es más de traza islámica que cristiana (fotografía de la derecha). Al igual que en el subsector de la Alameda, al pie de los 212 m. no conservados se extiende un talud profundo con caída hacia el Voltoya que protegía a la muralla de las labores de zapa.


Juan Francisco Blanco García, Universidad Autónoma de Madrid.