Todos sabemos que el TAV significa progreso y que, aún con la contrapartida de su indudable impacto ambiental, propicia el acercamiento rápido entre unas regiones y otras, lo que sin duda es positivo y necesario.
Todo eso es cierto, y sin embargo, asistir al desmantelamiento de la vieja línea Segovia-Medina, nos produce un inevitable sentimiento de nostalgia, algo así como cuando, hace ya bastantes años, sustituimos nuestro entrañable SEAT-600, por otro coche más moderno y de mejores prestaciones. Comprendíamos que ganábamos en el cambio, pero algo se nos iba con aquel pequeño é incómodo coche que había formado parte, durante tantos años, de nuestra vida.
Las localidades por las que discurría el tren, tenían integradas en su geografía aquellas estaciones, bastante desangeladas por cierto, y aquellos raíles que se perdían en la lejanía como un sugerente camino de unión con la capital o con otros pueblos, en unos tiempos en que viajar por carretera no era fácil.
En aquellas estaciones se despedían los mozos que iban a la “mili”, los novios con su carga de añoranzas, los hijos o los maridos que partían buscando un trabajo o un porvenir que el pueblo no les ofrecía, los estudiantes que cursaban sus estudios en la capital. . . . y recogían en sus pequeños andenes casi todo el trasiego viajero, que poco a poco se fue trasladando a los coches de línea, convirtiendo el viejo ferrocarril en algo poco o nada rentable.
La llegada del tren constituía en algunos pueblos casi el único acontecimiento novedoso del día, y aquel pitido que anunciaba su llegada, tenía en su peculiar sonido como una alegre nota de recibimiento, que parecía convertirse a su marcha en más melancólico, como si quisiera tomar un tono de adiós . . . .
En aquellos días de julio del 2005, llegó a través de los medios la noticia de que 26 pueblos promovían la creación de una “vía verde”, en el antiguo trazado de la línea Segovia-Medina. Ésta iniciativa, orientada principalmente al cicloturismo y al senderismo, contemplaría la recuperación de los edificios de las antiguas estaciones para instalar en ellas equipamientos eco-turísticos para dar servicio a los usuarios .En el caso de Coca está prevista la recuperación de las riberas del Eresma y del Voltoya.
El Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), cederá los terrenos de la antigua línea y el Ministerio de Medio Ambiente financiará el proyecto, tras la creación de una especie de consorcio entre los municipios afectados que se encargará de elaborar un proyecto de “vía verde”.
Se trata sin duda de una espléndida noticia desde todos los puntos de vista, ya que, además de contribuir a fijar población y dotar de infraestructuras turísticas a todos los municipios que atraviesan las “Vías verdes”, es una magnífica manera de no perder el recuerdo de algo que formó parte durante muchos años de nuestra cultura y memoria colectiva .
Todo eso es cierto, y sin embargo, asistir al desmantelamiento de la vieja línea Segovia-Medina, nos produce un inevitable sentimiento de nostalgia, algo así como cuando, hace ya bastantes años, sustituimos nuestro entrañable SEAT-600, por otro coche más moderno y de mejores prestaciones. Comprendíamos que ganábamos en el cambio, pero algo se nos iba con aquel pequeño é incómodo coche que había formado parte, durante tantos años, de nuestra vida.
Las localidades por las que discurría el tren, tenían integradas en su geografía aquellas estaciones, bastante desangeladas por cierto, y aquellos raíles que se perdían en la lejanía como un sugerente camino de unión con la capital o con otros pueblos, en unos tiempos en que viajar por carretera no era fácil.
En aquellas estaciones se despedían los mozos que iban a la “mili”, los novios con su carga de añoranzas, los hijos o los maridos que partían buscando un trabajo o un porvenir que el pueblo no les ofrecía, los estudiantes que cursaban sus estudios en la capital. . . . y recogían en sus pequeños andenes casi todo el trasiego viajero, que poco a poco se fue trasladando a los coches de línea, convirtiendo el viejo ferrocarril en algo poco o nada rentable.
La llegada del tren constituía en algunos pueblos casi el único acontecimiento novedoso del día, y aquel pitido que anunciaba su llegada, tenía en su peculiar sonido como una alegre nota de recibimiento, que parecía convertirse a su marcha en más melancólico, como si quisiera tomar un tono de adiós . . . .
En aquellos días de julio del 2005, llegó a través de los medios la noticia de que 26 pueblos promovían la creación de una “vía verde”, en el antiguo trazado de la línea Segovia-Medina. Ésta iniciativa, orientada principalmente al cicloturismo y al senderismo, contemplaría la recuperación de los edificios de las antiguas estaciones para instalar en ellas equipamientos eco-turísticos para dar servicio a los usuarios .En el caso de Coca está prevista la recuperación de las riberas del Eresma y del Voltoya.
El Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias), cederá los terrenos de la antigua línea y el Ministerio de Medio Ambiente financiará el proyecto, tras la creación de una especie de consorcio entre los municipios afectados que se encargará de elaborar un proyecto de “vía verde”.
Se trata sin duda de una espléndida noticia desde todos los puntos de vista, ya que, además de contribuir a fijar población y dotar de infraestructuras turísticas a todos los municipios que atraviesan las “Vías verdes”, es una magnífica manera de no perder el recuerdo de algo que formó parte durante muchos años de nuestra cultura y memoria colectiva .
Maribel Egido Carrasco