● Nació en Segovia y trabaja en un grupo de investigación de la UVA en el campuas de Palencia
● Se licenció en Biología y cursó después un máster para especializarse en el mundo del vino
● Su estudio resulta fundamental en zonas donde el frío puede minar la recolección del fruto
● Ve su futuro en Castilla y León pero antes no descarta formarse en Australia o Nueva Zelanda
_________________________________________________________________________________________________________________________________________
Analiza el uso de dos fitorreguladores para adelantar la maduración de las uvas a las heladas y conseguir mayor aroma y concentración de azúcar, en verdejo.
Tras licenciarse en Biología por la universidad privada de su ciudad, se matriculó en un curso de especialista en viticultura de la Universidad de Valladolid en el campus de Palencia y ahora, ya con amplia experiencia en el laboratorio, está a punto de finalizar una investigación llamada a revolucionar la vendimia: su objetivo es mejorar la maduración del fruto y obtener uvas más dulces y aromáticas en variedades blancas y, más concretamente, en verdejo.
Su investigación se basa en la aplicación de dos fitorreguladores: el etefón y el ácido abcísico. Con el primero de ellos, pretende controlar el desarrollo de las ramas laterales de las plantas para que no tenga tanta vegetación y así, la que quede, reciba más luz y la uva madure mejor. «Aplicado inmediatamente después de la floración, evitamos el desarrollo de los nietos para que el viñedo tenga una mejor exposición de la superficie foliar, porque si la vegetación está demasiado compactada, hay más zonas sombreadas», explica esta joven que, en la actualidad, disfruta de una beca de profesor ayudante en el grupo de Viticultura y Enología de Palencia. Los beneficios de esta investigación son aún más destacados, si cabe, en zonas como Castilla y León, donde las heladas o las lluvias pueden afectar a la recolección. «Al tener menos vegetación, los racimos que quedan maduran más rápido y así no hay que alargar tanto el ciclo». Es decir, se podría vendimiar antes, sin que se resienta la calidad.
El segundo fitorregulador que estudia gracias a la colaboración de la Denominación de Origen Rueda, el ácido abcísico, está destinado a acelerar la maduración, y complementa al anterior producto en cuanto a que también garantiza una recolección más temprana, para evitar que el frío afecte a la cosecha.
«Se trata de hormonas que favorecen la maduración de la uva de forma natural. Se aplica directamente a los racimos y conseguimos que madure más rápido sin perder ninguna de sus propiedades», argumenta. Aunque no se trata de un producto milagroso. El adelanto conseguido está entre los diez y los quince días; lo justo para “vencer” las heladas, y con la garantía de un desarrollo del fruto normalizado.
Pero la investigación de Raquel González va más allá. Una vez probado que son útiles en la maduración, ahora se vuelca en demostrar que también mejoran la intensidad aromática y aumenta la concentración de azúcar. «Después de aplicar sólo agua en algunas viñas, y estos productos en otras, he comprobado al recoger las muestras que la concentración de azúcar y de aromas es mayor», explica.
Sin embargo, habrá que esperar para trasladar las tesis de su investigación a la realidad de los bodegueros, pues la legislación española no permite el uso de estos fitorreguladores, excepto para elaborar vinos de mesa, explica la joven. «En Estados Unidos ya se puede utilizar el ácido abcísico, pero en Europa todavía estamos en proceso de obtener los permisos», añade. Una vez cambiado el reglamento, estima que un periodo de dos o tres años su trabajo también será útil para los vinos amparados en denominaciones de origen.
Para entonces, espera seguir vinculada al grupo de Viticultura y Enología de la Universidad, que también cuenta con otras líneas de investigación destinadas a aumentar la calidad del producto final, como la relacionada con la falta de hierro en el suelo. «Mi departamento tiene pocos profesores y mucha carga lectiva, así que hay posibilidades de ampliar plantilla. Si puedo quedarme, me quedo», subraya.
Si no, no duda en hacer las maletas y volar lejos, justo a las antípodas. Australia y Nueva Zelanda serían sus prioridades porque son zonas «muy innovadoras a nivel de viticultura». Porque tiene claro que el entusiasmo por seguir investigando en el sector será el motor que impulse sus pasos.
Después, a largo plazo, la intención de la segoviana es vivir en Castilla y León. «Es un sector muy dinámico, y para las bodegas y las administraciones públicas se trata de una línea prioritaria, así que espero quedarme aquí». Olfato e iniciativa ya ha demostrado que tiene.
_________________________________________________________________________________________________________________________________________
Artículo: Laura G. Estrada
Fotografía: Manuel Brágimo
Fuente: El Mundo de Castilla y León, 12 de diciembre de 2011
● Se licenció en Biología y cursó después un máster para especializarse en el mundo del vino
● Su estudio resulta fundamental en zonas donde el frío puede minar la recolección del fruto
● Ve su futuro en Castilla y León pero antes no descarta formarse en Australia o Nueva Zelanda
_________________________________________________________________________________________________________________________________________
Analiza el uso de dos fitorreguladores para adelantar la maduración de las uvas a las heladas y conseguir mayor aroma y concentración de azúcar, en verdejo.
El último verano como estudiante, unas prácticas en las bodegas Viñedos de Nieva cambiaron el rumbo laboral de Raquel González Herranz. El mundo del vino despertó su curiosidad y la joven segoviana decidió probar suerte en un sector con importante presencia en Castilla y León.
Tras licenciarse en Biología por la universidad privada de su ciudad, se matriculó en un curso de especialista en viticultura de la Universidad de Valladolid en el campus de Palencia y ahora, ya con amplia experiencia en el laboratorio, está a punto de finalizar una investigación llamada a revolucionar la vendimia: su objetivo es mejorar la maduración del fruto y obtener uvas más dulces y aromáticas en variedades blancas y, más concretamente, en verdejo.
Su investigación se basa en la aplicación de dos fitorreguladores: el etefón y el ácido abcísico. Con el primero de ellos, pretende controlar el desarrollo de las ramas laterales de las plantas para que no tenga tanta vegetación y así, la que quede, reciba más luz y la uva madure mejor. «Aplicado inmediatamente después de la floración, evitamos el desarrollo de los nietos para que el viñedo tenga una mejor exposición de la superficie foliar, porque si la vegetación está demasiado compactada, hay más zonas sombreadas», explica esta joven que, en la actualidad, disfruta de una beca de profesor ayudante en el grupo de Viticultura y Enología de Palencia. Los beneficios de esta investigación son aún más destacados, si cabe, en zonas como Castilla y León, donde las heladas o las lluvias pueden afectar a la recolección. «Al tener menos vegetación, los racimos que quedan maduran más rápido y así no hay que alargar tanto el ciclo». Es decir, se podría vendimiar antes, sin que se resienta la calidad.
El segundo fitorregulador que estudia gracias a la colaboración de la Denominación de Origen Rueda, el ácido abcísico, está destinado a acelerar la maduración, y complementa al anterior producto en cuanto a que también garantiza una recolección más temprana, para evitar que el frío afecte a la cosecha.
«Se trata de hormonas que favorecen la maduración de la uva de forma natural. Se aplica directamente a los racimos y conseguimos que madure más rápido sin perder ninguna de sus propiedades», argumenta. Aunque no se trata de un producto milagroso. El adelanto conseguido está entre los diez y los quince días; lo justo para “vencer” las heladas, y con la garantía de un desarrollo del fruto normalizado.
Pero la investigación de Raquel González va más allá. Una vez probado que son útiles en la maduración, ahora se vuelca en demostrar que también mejoran la intensidad aromática y aumenta la concentración de azúcar. «Después de aplicar sólo agua en algunas viñas, y estos productos en otras, he comprobado al recoger las muestras que la concentración de azúcar y de aromas es mayor», explica.
Sin embargo, habrá que esperar para trasladar las tesis de su investigación a la realidad de los bodegueros, pues la legislación española no permite el uso de estos fitorreguladores, excepto para elaborar vinos de mesa, explica la joven. «En Estados Unidos ya se puede utilizar el ácido abcísico, pero en Europa todavía estamos en proceso de obtener los permisos», añade. Una vez cambiado el reglamento, estima que un periodo de dos o tres años su trabajo también será útil para los vinos amparados en denominaciones de origen.
Para entonces, espera seguir vinculada al grupo de Viticultura y Enología de la Universidad, que también cuenta con otras líneas de investigación destinadas a aumentar la calidad del producto final, como la relacionada con la falta de hierro en el suelo. «Mi departamento tiene pocos profesores y mucha carga lectiva, así que hay posibilidades de ampliar plantilla. Si puedo quedarme, me quedo», subraya.
Si no, no duda en hacer las maletas y volar lejos, justo a las antípodas. Australia y Nueva Zelanda serían sus prioridades porque son zonas «muy innovadoras a nivel de viticultura». Porque tiene claro que el entusiasmo por seguir investigando en el sector será el motor que impulse sus pasos.
Después, a largo plazo, la intención de la segoviana es vivir en Castilla y León. «Es un sector muy dinámico, y para las bodegas y las administraciones públicas se trata de una línea prioritaria, así que espero quedarme aquí». Olfato e iniciativa ya ha demostrado que tiene.
_________________________________________________________________________________________________________________________________________
Artículo: Laura G. Estrada
Fotografía: Manuel Brágimo
Fuente: El Mundo de Castilla y León, 12 de diciembre de 2011