Espejos acústicos.


El frente de un bosque, una tapia alta, un edificio, una montaña, o cualquier obstáculo capaz de reflejar el eco, puede considerarse como un espejo, en el cual el sonido se refleja de la misma forma que la luz en un espejo plano.
Los espejos acústicos pueden ser planos y curvos. Los curvos cóncavos actúan como reflectores, es decir, concentran los «rayos sonoros» en su foco.
Dos platos hondos dan la posibilidad de realizar un interesante experimento de este tipo. Pongamos uno de los platos en la mesa, y sobre él, a unos centímetros de su fondo, sostengamos con la mano un reloj de bolsillo. Acerquemos al oído el otro plato como indica la figura. Si logramos encontrar la correspondiente disposición mutua entre el reloj, el oído y los platos (lo que se consigue después de una serie de pruebas), oiremos el tictac del reloj como si procediera del plato que tenemos junto al oído. Esta ilusión es mayor aún cuando se cierran los ojos. En estas condiciones es francamente imposible distinguir con el oído, en qué mano tenemos el reloj, en la derecha o en la izquierda.

Figura. Estos platos producen el efecto de espejos acústicos cóncavos.


Los constructores de castillos medievales solían introducir en ellos curiosidades acústicas, para lo cual colocaban bustos en el foco do espejos acústicos cóncavos o al final de tubos especiales, hábilmente disimulados en las paredes.